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Sexo, mentiras y feminismo

Capítulo Cinco: Temas laborales y la mentira de que “las mujeres pueden hacer cualquier cosa”

Autor de la obra original: Peter Zohrab

Traducción al castellano por: Gustavo Revilla Olave

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2002 Version

Noticias

Barry Ceminchuk... ha denunciado al presidente de los Estados Unidos y a la Secretaria de Defensa por discriminación laboral contra él y todos los hombres.1

 

Introducción

Existen trabajos en los que las mujeres han obtenido una ventaja injusta sobre los hombres—otros en los que las mujeres ya tenían ventaja-y más en los que las feministas han arbitrado y exacerbado un orden de cosas de por sí desigual. Tres sectores profesionales en los que los hombres son discriminados son la policía, modelo de pasarela y los deportes profesionales. ¿Por qué? Porque los hombres deben competir con las mujeres en igualdad de condiciones cuando les favorece a las mujeres, pero cuando no las conviene, las mujeres reciben un tratamiento especial, preferente.

El eslogan “las mujeres pueden hacer cualquier cosa”, el cual ha sido popular en Nueva Zelanda, fue planteado como una protesta reivindicativa de que las mujeres podrían realizar cualquier trabajo que los hombres fuesen capaces de hacer. En la práctica, se convirtió en un dogma que debía demostrarse, frecuentemente aplicando una doble vara de medir.2 Así, en las fuerzas de la policía, los hombres deben realizar un examen físico cada año en un tiempo inferior del exigido a las mujeres. (En los Estados Unidos esto se conoce como “regulación de género.”). Pero nadie impone la regulación de género a los criminales, así que es factible que una mujer policía aceptada en base a la regulación de género sea físicamente incompetente, cuando se enfrente al deber de atrapar o luchar contra un criminal masculino. Si la policía pudiese llegar a un acuerdo con los delincuentes, en virtud del cual estos no corrieran demasiado rápido ni peleasen con demasiada dureza cuando se enfrentasen con una mujer policía, este doble patrón sexista quizás empezaría a tener sentido.

¿Recibimos una compensación que merezca la pena como resultado de la aplicación de este doble patrón? Casi nunca. De acuerdo con un artículo del periódico Dominion del once de octubre de 1997, las mujeres no permanecen tanto tiempo como los hombres en la Policía de Nueva Zelanda - sólo siete años, como media, contra los diecisiete años de los hombres- así que la inversión realizada para entrenar a una agente de policía femenina es comparativamente una perdida de dinero para los contribuyentes.

Este mismo doble patrón se aplica en otros campos. En los deportes profesionales, el golf ha separado los puntos de saque de hombres y mujeres. En el tenis profesional, las mujeres juegan al “mejor de tres sets” mientras que los hombres juegan al “mejor de cinco sets” – por prácticamente la misma cantidad de dinero.

¿No sé supone que los dobles patrones de medida son sexistas? No en este caso, de acuerdo con la profesora de leyes de la Universidad de Michigan Catharine MacKinnon: “¿por qué deberías ser como un hombre para conseguir lo que un hombre obtiene por el simple hecho de serlo?” (The Seattle Times, marzo 6, 1992) Ella argumenta que el nivel de rendimiento en los puestos de trabajo se juzga en base a patrones masculinos, basados en modelos masculinos y esto se convierte en discriminatorio cuando estos mismos criterios se aplican a las mujeres. En consecuencia, los contratantes no deberían juzgar a las mujeres según estos modelos.

En el mundo real, este argumento es incoherente. Un trabajo antes que un derecho es un medio para proveer de recursos económicos a uno mismo, a quienes dependen de uno y a la comunidad- los hombres occidentales asumieron la entrada de las mujeres como parte de la mano de obra partiendo de la base de que ellas eran tan capaces como los hombres. Como mínimo, de acuerdo con la propaganda feminista eran tan buenas como los hombres.

¡Si las feministas dicen ahora que las mujeres no son, después de todo, tan productivas como los hombres, y por este motivo tienen que ser valoradas según criterios diferenciados, entonces lo que están haciendo en realidad es argumentar a favor de quienes defienden que las mujeres deberían regresar a “la cocina”! Por lo menos así podrían realizar un servicio de alta utilidad social pagado por el trabajo remunerado de sus compañeros, tal como solía pasar en las sociedades occidentales. Ninguna economía es tan rica y segura como para afrontar el dar prioridad a los trabajadores ineficientes cuando otros más eficientes están disponibles.

Los eslóganes feministas “las mujeres pueden hacer cualquier cosa” y “las chicas pueden hacer cualquier cosa” son mentiras. Nunca han sido aplicados limpiamente. Pero tampoco tienen el propósito de ser verdades basadas en los hechos: son solo artimañas, propaganda del estilo típico a la utilizada en los países totalitarios para doblegar y oprimir la verdad, para hacer pasar por verdadero algo que es obviamente falso, para vender una gran mentira. ¿Te acuerdas de George Orwell (el autor de “Rebelión en la Granja” y “1984”)? Él hubiese considerado como totalitario al estado feminista moderno.

El principal propósito de las feministas en los últimos años ha sido introducir un mayor número de mujeres entre la mano de obra asalariada y hacerles la vida lo más agradable y beneficiosa posible sin que importe el precio que los hombres deban pagar por ello. Las feministas han utilizado de boquilla las nociones de “igualdad” y “equidad” cuando esto parecía ser una táctica útil. Pero no han existido grupos de hombres efectivos en la práctica para asegurar que sus patrones se adherían a estos principios. De esta manera, a no ser que algún grupo feminista decida plantear un problema a partir de algo no se escuchan reivindicaciones a favor de la igualdad. Y esto da a las mujeres una ventaja enormemente injusta.

 

La igualdad de oportunidades de empleo y la discriminación positiva matan hombres.

La Igualdad de Oportunidades de Empleo (del inglés Equal Employment Opportunity en castellano siglas IOE) y la discriminación positiva (del inglés Affirmative Action en castellano siglas DP) son ejemplos de políticas laborales basadas en el feminismo, y estas políticas matan. Principalmente, matan hombres (ver más abajo). Y esto es bastante más grave que los puestos de trabajo robados a hombres capacitados para despilfarrarlos en mujeres menos cualificadas.

Esto puede ser difícil de demostrar, si tenemos en cuenta que cualquier par de candidatos para un trabajo específico pueden tener entre sus antecedentes grandes diferencias educativas y de experiencias vitales que hacen muy sencillo para cualquier equipo de selección guiado por una agenda concreta (por ejemplo, la discriminación positiva) encontrar elementos en el historial de los demandantes apropiados para justificar su decisión posterior, si es que esto llega a ser necesario. Por ejemplo, podrían decir que su organización carecía de un número suficiente de personal de atención al cliente que tuviese experiencia tratando con niños rebeldes. Su candidato preferido “casualmente” tenía dichas características y en su opinión esto podría resultar más útil para tratar con la clientela que un amplio conocimiento sobre los productos, los servicios y la industria. Pero todavía debemos encontrar ejemplos en los que estas arbitrariedades resulten obvias.

Las feministas han afirmado categóricamente que “las mujeres pueden hacer cualquier cosa” y que los hombres, como sexo, no pueden ser considerados más adecuados que las mujeres para trabajos concretos. ¿Así que por qué es correcto afirmar que las mujeres, consideradas como sexo, están más cualificadas para ciertos trabajos? Este es un rotundo ejemplo de que las feministas están empleando patrones sexistas para desarrollar su agenda, y esto va en contra de todo lo que dicen defender. Si una determinada tarea obliga a los hombres a alcanzar unos niveles de capacidad física, debería pedirse a todos los candidatos que alcanzasen estos mismos niveles. Si una candidata femenina puede alcanzarlos, según los principios de la igualdad de oportunidades en el empleo debería recibir la misma consideración que cualquier otro candidato masculino igualmente capacitado. Pero la discriminación positiva establece unas prioridades distintas.

Existen diferencias obvias, evidentes entre las políticas de I.O.E (Igualdad de Oportunidades en el Empleo) y D.P. (Discriminación Positiva) El concepto “Igualdad de Oportunidades en el Empleo” implica que no deberían existir barreras basadas simple y llanamente en la raza o el sexo para cualquiera que aspire a una posición concreta. La “discriminación positiva” por el contrario, va bastante más allá de esto. Si retirar las barreras a las mujeres y las minorías étnicas, etc., no tiene como resultado que se las contrate en todos los puestos de trabajo y en cualquier nivel jerárquico de un modo proporcional a su presencia dentro del conjunto de la sociedad, entonces se hace necesario establecer cuotas para alcanzar este resultado de forma artificial, independientemente de los méritos de los candidatos para estos puestos.

Cada gobierno y lugar de trabajo tienden a interpretar estos dos programas de un modo diferente, dependiendo de las fuerzas políticas que influyan en cada caso. John Marcus de la Coalición Nacional de Hombres Libres (National Coalition of Free Men) describe la Discriminación Positiva como sigue:

Políticas actuales que establecen cuotas de contratación, cuotas referidas a los contratos de negocios, cuotas para ser admitidos en las universidades, dotando a algunas personas, y no a las demás, con unos convenios en condiciones más favorables, tratamiento preferente en la concesión de permisos emitidos y otros tratos de favor basados en la raza o el género. El favoritismo se ve reforzado por las agencias gubernamentales. La discriminación positiva se extendió ampliamente por primera vez durante la administración Nixon (Republicano).

Tenemos que mirar ambas caras de la moneda. Las mujeres pueden haber sido apartadas de la realización de ciertas actividades, pero algunas de estas cosas (que los hombres se veían obligados a realizar) eran desagradables—incluso peligrosas. En las sociedades occidentales prefeministas, existía un modelo igualado aunque con diferentes roles de género que subrayaban el hecho de que existen algunas cosas que las mujeres pueden hacer mejor que los hombres, y viceversa.

 

Las mujeres no pueden hacerlo todo igual de bien que los hombres.

Cuando las mujeres quedan embarazadas o durante la menstruación y la menopausia, las cuales no tienen equivalentes masculinos precisos, las mujeres tienden a disminuir su rendimiento, intelectualmente (ver los textos de investigación médica: Buckwalter JG; Stanczyk FZ; McCleary CA; Bluestein BW; Buckwalter DK; Rankin KP; Chang L; Goodwin TM (1998) and Keenan PA; Yaldoo DT; Stress ME; Fuerst DR; Ginsburg KA (1998)).

Ciertamente no pueden mantener el tipo de actividad física que se requiere para ciertos trabajos. Y las mujeres embarazadas cogen la baja. Puede ser que regresen, y en muchas jurisdicciones los contratantes tienen la obligación de conservar el puesto de trabajo para ellas, pero durante el tiempo que están ausentes sus colegas de trabajo tienen que soportar responsabilidades extra, y ponerlas al día después de su regreso. Así, las mujeres pueden resultar más costosas y producir menos que los hombres.

Más todavía, la mentira feminista pone a la gente (principalmente a los hombres) en una situación de riesgo cuando acepta a las mujeres en actividades para las que no están físicamente cualificadas. Cada vez que un agente de policía masculino y femenino patrullan juntos, se debe a que a un hombre se le negó el trabajo (ver más abajo). La mentira proporcionó el trabajo a una mujer que desempeñó la prueba física peor que él. Así que cuando estos dos agentes de policía patrullan juntos, el hombre se verá en ciertas ocasiones obligado a proteger a la mujer porque ella no puede manejar ciertas situaciones. Esto sucedió en un caso concreto cerca de Wellington, Nueva Zelanda. Dos agentes de policía desarmados terminaron heridos-el hombre bastante más gravemente que la mujer- durante una agresión.

El contratar a mujeres como bomberas también coloca en situación de riesgo a las personas atrapadas en edificios incendiados. Estas personas pueden morir por el simple hecho de que las mujeres carecen de la fuerza suficiente en la parte superior del cuerpo como para mover ellas solas a gente pesada e inconsciente fuera de los edificios en llamas. En el pasado, si dos bomberos masculinos entraban en una casa incendiada y se encontraban con dos personas inconscientes, estas dos personas habrían sido sacadas o arrastradas a un lugar seguro. Ahora, si un bombero masculino y uno femenino entran en una casa incendiada y se encuentran con dos personas inconscientes, de no ser que el bombero masculino pueda regresar a tiempo, ¡la segunda de estas víctimas podría morir!

En la actualidad, algunos servicios de bomberos han instaurado una normativa según la cual se necesitan dos bomberos para movilizar a una persona discapacitada dentro de una situación de incendio. Creo que esta norma fue desarrollada en apoyo de las mujeres físicamente incompetentes- de manera que su incompetencia física no se notase. El resultado es que algunas personas pueden estar muriendo en los incendios, que de otra forma se hubiesen salvado.

Pero no todos los empleos requieren esta clase de fuerza. ¿Qué sucede con esos trabajos? Las políticas de IOE para hombres y mujeres son resultado del relativamente reciente aumento del número de mujeres dentro del empleo remunerado. Este aumento, a su vez, fue el resultado de:

  1. La creciente mecanización de los lugares de trabajo, lo cual redujo la importancia de la fuerza física;

  2. Un aumento de los aparatos domésticos disponibles, lo que dio a las mujeres más tiempo libre;

  3. La disponibilidad de métodos convenientes y seguros para el control de la natalidad, lo cual condujo al mismo resultado;

  4. La presión creada por las feministas, la cual convenció a generaciones de mujeres occidentales de que es más noble trabajar en el empleo remunerado que como un ama de casa tradicional;

  5. La deliberada provisión de guarderías, con el propósito específico de animar a las mujeres a entrar o regresar a la fuerza laboral asalariada.

La investigación ha demostrado que las guarderías disminuyen el desarrollo psicológico y la socialización de los niños. Así que el feminismo obtiene un beneficio no sólo por los hombres y los niños no nacidos, sino también de los niños, y de los adultos en los que se convertirán. Ver http://ici2.umn.edu/ceed/publications/factfind/daycare.htm.

Las feministas han dictado en buena medida las directrices según las cuales se pusieron en práctica las normativas de la IOE. Obligaron a que los puestos de trabajo exclusivos de hombres o principalmente masculinos se adaptasen a normativas diseñadas para hacer más fácil el acceso a las mujeres que deseaban trabajar codo con codo con los hombres. ¡Más aún, no se preocuparon por las políticas que los hombres podrían haber necesitado para ayudarles a trabajar codo con codo con estas mujeres! Las únicas normativas que buscan son aquellas que fuerzan a los hombres a convertir el puesto de trabajo y la tarea en algo más asequible para las mujeres.

El manual para la igualdad de oportunidades en el empleo de la Comisión de Derechos Humanos Neozelandesa define la “igualdad de oportunidades en el empleo” como:

“Un conjunto de acciones sistemáticas, orientadas a los resultados, que se dirigen a la identificación y eliminación de las barreras discriminatorias que crean o perpetúan la desigualdad en la contratación de cualquier persona o grupo de personas.”

En una primera lectura, esto parece aplicarse a “cualquier persona o grupo de personas” sin ninguna clase de arbitrariedad. Incluyendo a los hombres. Existen, sin embargo, como mínimo tres áreas sociales, donde son los hombres quienes están discriminados por estas barreras. ¿Es el deseo de la Comisión ocuparse de ellos? No, tal como indica el manual:

Los hombres no se incluyen dentro de los grupos escogidos (i.e., no pertenecen a una minoría étnica ni oficial de cualquier tipo) y no son incluidos para recibir una consideración especial en el manual. No se han visto sometidos en el mismo grado a los factores que han limitado la participación laboral a los miembros de los grupos señalados.

Dicho de otra manera, los hombres no importan.

Más todavía, esta discriminación se ve agravada por la legislación de Derechos Humanos la cual en muy raras ocasiones se redacta pensando en los hombres, y la constante caballerosidad masculina que aplica dobles patrones que en general favorecen a las mujeres. Por ejemplo, yo trabajaba en un entorno laboral dominado por mujeres cuando la dirección se implicó en una normativa contra el acoso sexual. Esta normativa fue diseñada por un comité dirigido por una feminista de la vieja escuela como mando intermedio. La nueva normativa daba ejemplos de “acoso sexual,” que incluían el “mirar las faldas y bajo los vestidos” Obviamente esto señalaba a los “infractores” de sexo masculino y a las lesbianas.

Inmediatamente, dos feministas de mediana edad a las que yo consideraba carentes de cualquier atractivo decidieron por propia iniciativa inclinarse y mostrarme sus sujetadores y pechos (dado que yo era bien conocido como el único activista antifeminista). Yo me tomé este gesto como acoso sexual, ¡pero la política contra el acoso sexual me transformaba en el que las estaba acosando a ellas de no ser porque aparté la mirada inmediatamente! Así que acudí al único miembro del comité con sensibilidad a favor de los hombres y me quejé por lo sucedido, después de lo cual él consiguió que la norma quedase modificada de manera que no se mencionasen ejemplos u ofensas sexuales específicas. Estoy convencido de que ninguna otra persona allí hubiese pensado o se hubiese atrevido a mover un solo dedo para cambiar esta política antivarón.

 

Ficción contra realidad.

Toda la propaganda referida al IOE presiona a las organizaciones para que contraten y promocionen a mujeres exclusivamente por el propósito de contratar y promocionar mujeres. Estas organizaciones se preocupan por su imagen. Las mujeres dedican mucho más dinero al consumo que los hombres, lo cual les da poder sobre las firmas comerciales y los publicistas. En el artículo, "Work-Day Dream" (“el sueño de un día de trabajo”) el autor escribe:

“Con una hora muerta para el descanso de mi almuerzo, casualmente deambulo a través de los corredores brillantemente iluminados del centro comercial. Mientras observo a mí alrededor, me doy cuenta de que fácilmente podría pasar el resto de mi vida sin tener nunca la más mínima necesidad del 95% de los objetos que se venden en este lugar. A pesar de todo, en cualquier dirección en la que miro hay una mayoría de mujeres manipulando cosas a izquierda, derecha y hacía el centro”

Los hombres pueden ser despedidos o resultar inapropiados con el fin de crear espacio para mujeres que no son seleccionadas en base a sus méritos, si no por el simple hecho de ser mujeres. Esta es una seria discriminación sexual.

En junio de 1994, los miembros masculinos del Politécnico Abierto de Nueva Zelanda formaron una red para hombres. Su propósito era combatir la “limpieza de género” resultado de la normativa para la igualdad de oportunidades en el empleo llevada a cabo por la directora de esta institución. Tom Dowling, coordinador de esta red, dijo que él nunca había pensado seriamente sobre la discriminación en contra de los hombres o los derechos de los hombres hasta que resultó obvio que se estaba despidiendo a hombres para dejar paso a mujeres. Yo le entrevisté para el programa sobre derechos de los hombres de la Radio Wellington Access. Me explicó que fue durante un encuentro informal al tomar el té de la mañana cuando la idea cristalizó para él y sus colegas masculinos. El Politécnico Abierto estaba en medio de la última ronda de despidos por reducción de personal- la quinta de esas rondas en cuatro años. La reducción de personal era el tema de la conversación del té de aquella mañana.

Lo que les centró en el tema de los derechos de los hombres fue que 79 de los 80 miembros del equipo que habían sido despedidos hasta la fecha ¡habían sido hombres! Más aún, se dieron cuenta de que 48 de los 52 nuevos despedidos serían varones también. “No es extraño que, como hombres, encontrásemos que esta situación nos concernía bastante”, Dijo Dowling.

Cuatro años atrás, cuando la directora logró el puesto de su predecesor masculino, el Politécnico Abierto empleaba pocas mujeres. Sólo un 20% del claustro de profesores, ya que las asignaturas que se enseñaban eran asignaturas comerciales mayoritariamente dominadas por hombres. Ahora, según Tom, la última tanda de despidos volvería minoritaria la presencia de profesorado masculino dentro del campus. La mayor parte de las poderosas posiciones directivas estaban ostentadas, o próximas a ser ostentadas por mujeres. Ya que los hombres estaban a punto de convertirse en una minoría en la sala de profesores, la red de hombres se decidió a solicitar los privilegios que la red de mujeres había disfrutado durante largo tiempo bajo la normativa de igualdad de oportunidades en el empleo del Politécnico Abierto.

La red de mujeres disponía de un tablero de noticias para su uso exclusivo. Ahora la red de hombres reclamó su derecho a utilizarlo. Tom señaló que la idea de una red de hombres fue considerada con ironía en su inicio. Pero las cosas se pusieron más serias cuando los miembros comenzaron a hurgar más profundamente dentro del programa de la institución para la igualdad de oportunidades en el empleo.

Averiguaron que los grupos objetivo de la normativa de igualdad de oportunidades en el empleo mantenían reuniones mensuales. Estas reuniones se realizaban la mitad de las ocasiones en horario pagado. Ya que el campus se encontraba repartido por muchos lugares, la institución pagaba las tarifas de taxi mensuales de los miembros de la red que tenían que viajar al campus principal para estas reuniones. Obviamente, estos subsidios procedían de la misma fuente de la que antiguamente se pagaban los salarios de los hombres que habían sido despedidos. Estos subsidios no eran sólo cuantiosos, si no que en algunos casos se usaban para fines dudosos. Por ejemplo, el encuentro de mayo de 1994 de la red de mujeres se realizó con el fin de ver diapositivas sobre África facilitadas por un agente de viajes. Y en el año 1993 el programa de IOE del Politécnico abierto subvencionó un festival de gastronomía étnica.

El tema de los lavabos también salió a la luz. Este tema es particularmente interesante desde el momento en que una de las miembros más radicalmente feministas del parlamento, Marilyn Waring, hizo una fuerte reivindicación porque no existían lavabos femeninos en los edificios del Parlamento. En el piso del campus adjunto donde Dowling trabajaba, el único lavabo era un lavabo para mujeres, a pesar de que las mujeres eran una minoría en ese piso. El profesorado masculino tenía que descender a la planta siguiente, la cual estaba alquilada por otra organización, para hacer uso del lavabo. Para añadirle insulto a la ofensa, el lavabo masculino olía mal y estaba hecho a la medida de un lavabo público mientras que el lavabo de las mujeres era mucho más suntuoso y disponía de un ventilador extractor y aromatizador. La situación de los lavabos era la misma en los otros campus adjuntos del politécnico. Cuando los contratantes discriminan a los hombres en diferentes aspectos, el caso raramente recibe ninguna publicidad ni solución.

 

Estadísticas falsas

El vigor con el que las políticas de ingeniería social como la IOE y la DP son implementadas está a menudo relacionado con la percepción que se tiene de la severidad del tema. Y son las investigadoras feministas, en una inmensa mayoría, quienes producen las estadísticas que pretenden demostrar cómo de serios son esos problemas. Por lo tanto, las normativas IOE y DP se basan frecuentemente en estadísticas distorsionadas. Un informe oficial del Gobierno, por ejemplo, afirma:

Se ha producido un escaso movimiento hacia la igualdad de géneros dentro del campo de la enseñanza durante los últimos tres años… Menos mujeres que hombres ostentan posiciones veteranas, particularmente en las escuelas primarias. Más aún, ellas reciben, como media, salarios inferiores a los de sus colegas masculinos en posiciones equivalentes o con las mismas cualificaciones. ( página 1, párrafo segundo).3

Este pasaje fue claramente preparado por las dos autoras para causar la impresión de que existía algún problema que debía resolverse. El panfleto está repleto de palabras como “desequilibrio”, “menor representación” etc. ¡Sin embargo, el folleto no considera-ni menciona siquiera- la duración del servicio! Las escalas de sueldo dentro del sector de la enseñanza se basan en un sistema de veteranía desde un momento que se determina inicialmente por titulaciones, hasta un máximo el cual no puede superarse sin presentarse como candidato para una promoción.

Casi al final, el panfleto menciona que hay más mujeres que hombres que abandonan el servicio (de un modo temporal o permanente), y resulta obvio que el nacimiento de los hijos y su cuidado deben encontrarse entre las razones para que esto suceda. Aún así el panfleto ni investiga ni tan siquiera menciona ninguna razón por la que las mujeres perciban salarios inferiores a los de los hombres con las mismas cualificaciones que no apoye su teoría de la discriminación de género. Ya que las mujeres tienen carreras más cortas, no progresan a niveles tan altos dentro de la escala de sueldos, y tienen menos probabilidades de presentarse para promociones o lograrlas.

La relación resulta obvia, aunque quizás no pueda explicar estadísticamente todas las diferencias existentes entre los salarios de hombres y mujeres dentro del servicio de la enseñanza. A pesar de todo, el panfleto trasmite una impresión equivocada, y las autoras deben ser o incompetentes o intencionalmente fraudulentas. ¿Se preocupan por esto nuestros dirigentes? Escribí al Ministro de Educación sobre el tema y la respuesta del Director del Grupo del Ministro de Educación Rob McIntosh ni lo discute ni se disculpa por el descuido:

“Desafortunadamente, los datos referidos a la duración del servicio no estaban disponibles mientras estaba preparándose el informe. Aunque debe admitirse la relevancia de este factor en algunos de los temas tratados, su ausencia no invalida el material que se incluye. Por ejemplo, si la posición viene determinada en parte por años de servicio, entonces el análisis del salario por nombramiento también refleja la duración del tiempo durante el que una persona ha estado enseñando.”

Sencillamente les da lo mismo. Mientras no exista una industria de investigación masculinista para equilibrar las tendenciosidades de la industria de investigación feminista, esta clase de distorsiones continuarán sin oposición y darán lugar a normativas políticas y administrativas que discriminen a los hombres.

Los hombres trabajan por y ganan más dinero que las mujeres, pero las mujeres controlan más del 65% de la riqueza personal y gastan cuatro dólares de consumo por cada dólar de consumo que gastan los hombres. Esto significa que son las mujeres quienes controlan la riqueza particular, ya que las mujeres viven más que los hombres y heredan su patrimonio en un momento de sus vidas en el que tienen la mayor probabilidad de haber alcanzado su máxima opulencia. Por otro lado, los varones jóvenes, son por regla general relativamente pobres al comienzo de sus carreras profesionales. Las mujeres también logran enriquecerse a través de los hombres mediante las pensiones compensatorias* y los pagos para el cuidado de los hijos, los cuales no tienen que declarar como impuestos ya que lo hacen los hombres.

*Nota del traductor: Los términos usados en el original por el autor para hacer referencia a la pensión compensatoria son Alimony y Palimony, tecnicismos legales en ciertos países anglosajones que no se usan en castellano. Ambos representan el concepto de una pensión compensatoria o alimenticia cedida por un cónyuge al otro, dada por quien tenía mayor ganancia económica al que ganaba menos dinero. En la Alimony la pensión compensatoria se da tras haber habido matrimonio y en la Palimony posteriormente a una unión del tipo pareja de hecho, es decir, aunque no existía una unión matrimonial la pareja vivía de facto como un matrimonio normal. Sin embargo, por regla general el reparto de bienes de la pareja en los casos de Alimony es de mayor grado que en los de Palimony.

 

Acoso sexual

Las normativas sobre acoso sexual son otro ejemplo de leyes unilaterales instigadas por las feministas, que tienen un escaso interés por las necesidades o los derechos de los hombres. ¡En algunos casos, da la impresión de que estas normas han sido ideadas por lesbianas separatistas que realmente preferirían no tener ninguna relación con los hombres! Son generalmente los hombres los que toman la iniciativa en las relaciones de cortejo, con todos los riesgos de rechazo consecuentes. Esto significa que los hombres, en conjunto, deben ser más conscientes de sus deseos sexuales o terminar solteros, célibes y solos. Las mujeres heterosexuales, en general, tienden a ser más pasivas y menos explícitas en lo referido a sus deseos sexuales ya que pueden permitirse el esperar hasta que un hombre dé el primer paso.

Así que las normas contra el acoso sexual, que castigan conductas sexuales naturales en los hombres mientras premian la pasividad femenina, oprimen a los hombres. Los hombres, actuando con naturalidad, pueden verse ahora perjudicados en sus profesiones-mientras que las mujeres, por actuar con naturalidad, son consideradas como empleadas modelo. Las mujeres también pueden, y de hecho lo hacen, acosar sexualmente a los hombres (yo he vivido personalmente esta situación), pero se trata básicamente de un ataque a la espera de que sea el hombre quien lo cometa.

Las normativas sobre el acoso sexual pueden incluir una clara tendenciosidad antivarón en su letra, como mencionaba más arriba. Citemos como ejemplo las regulaciones que restringen “mirar por debajo de las blusas o por encima de las faldas” por considerarse formas de acoso sexual, pero no restringen en lo más mínimo que las mujeres se vistan de manera que puedan aparecer aperturas en sus blusas o que permitan que una gran parte de las piernas o incluso la ropa interior sean visibles, dependiendo de la postura de quien lleva esta ropa. Esto hace que las mujeres sean oficialmente irreprochables, mientras que se obliga a los hombres a apartar la mirada o correr el riesgo de ser automáticamente culpables de acoso sexual.

En Estados Unidos, la National Association of Scholars (Asociación Nacional de Académicos) incluyó un artículo en la edición de marzo de 1994 del American Spectator publicando su postura sobre el acoso sexual y la libertad académica. Dos de los puntos más importantes que considera son:

  1. Las instituciones deberían definir el acoso sexual con precisión, restringiéndolo a una conducta individual que sea manifiestamente sexual y que de un modo claro viole los derechos de los demás;

  2. Las instituciones deberían castigar a quienes de un modo consciente presentasen falsas acusaciones de acoso.

Esto pretende el dificultar a las mujeres (en concreto) el que puedan convertir cualquier incidente cotidiano en una denuncia de acoso sexual- y también el dificultar la utilización de las denuncias por acoso sexual como una forma de victimizar a la gente que tiene opiniones impopulares. Pero la mayoría de las instituciones están demasiado intimidadas por el lobby feminista y sus abogados como para poner en práctica normas razonables. Mucho mejor inmolar a hombres concretos inocentes que arriesgarse a pasar por un pleito carísimo con toda la publicidad negativa que esto conlleva. Demostrándose una vez más como el concepto de acoso sexual oprime a los hombres.

 

Apartheid deportivo

¿Qué hay del eslogan “las mujeres pueden hacerlo todo” en los deportes profesionales como el tenis? Las deportistas profesionales y semiprofesionales reciben mucho más dinero en premios y publicidad de lo que el nivel de sus actuaciones se merece en la mayoría de los deportes, si se las compara con los hombres. Por ejemplo, en las competiciones de Iron Man y Triatlón los medios y jueces se prodigan con el ganador masculino (y puede que con el segundo y tercer hombre que crucen la línea de meta), y también con las tres primeras mujeres que finalizan la prueba, aunque estas mujeres puedan haber llegado bastante más tarde que docenas de hombres. Esto no es sólo una discriminación contra todos los hombres que llegan por delante de las primeras mujeres, si no que en ocasiones se evita toda mención a los tiempos comparados del hombre ganador y la mujer ganadora. Para ocultar el hecho de que las mujeres no pueden hacer todo lo que hacen los hombres, por supuesto.

En octubre, 1993, hubo una competición de correr y de ciclismo de montaña en Dunedin, Nueva Zelanda. Competían tanto hombres como mujeres, pero a las mujeres se les dieron 20 minutos de ventaja. Como señaló uno de los más destacados competidores masculinos, esto era altamente sexista. Si una mujer, beneficiándose de su ventaja, hubiese llegado primero, se hubiese llevado exactamente el mismo premio económico que un ganador masculino, a pesar de los 20 minutos de penalización.

Tal como sucedió, el primer hombre concluyó la prueba con una ventaja de unos treinta minutos respecto a la primera mujer, así que fue un hombre quien se llevó el premio del ganador. ¿Presionarán las feministas a los organizadores para que eleven la desventaja a 30 minutos, para que así pueda ganar una mujer menos capacitada? Pronto asistiremos a la farsa sexista de una mujer recogiendo el premio como ganadora por haber logrado un resultado inferior al de muchos hombres y con treinta minutos por detrás del mejor competidor masculino.

Si las mujeres deportistas que obtienen resultados inferiores a los de los mejores deportistas masculinos en algunos deportes deben disfrutar del mismo nivel de publicidad y patrocinio que los mejores deportistas masculinos, lo mismo debería suceder con los deportistas masculinos juveniles y las mujeres deportistas, los mejores deportistas minusválidos y las deportistas femeninas, los mejores deportistas veteranos o senior y las deportistas femeninas, y así sucesivamente. A las feministas no les gustan las circunstancias en las que se da separación sexual, lo consideran “sexista” y lo prohíben. Pero en las competiciones directas con los hombres, las atletas femeninas serían consideradas por lo que de veras son capaces de hacer. Esta es la razón por la que las feministas no han estado agitándose de arriba para abajo pidiendo el final de los dobles patrones en este tema, por supuesto.

Se dan condiciones similares en otros deportes, tal es el caso del tenis y el golf, como Bertels (1981) indica. Las tenistas profesionales juegan los partidos de tenis a tres sets mientras que sus colegas masculinos a menudo tienen que jugar campeonatos de cinco sets. El calibre del tenis femenino es menor, ¡sin embargo las tenistas femeninas raramente pierden una oportunidad para demandar premios similares a los de los hombres! En el golf, el punto de saque de las mujeres está más cerca del césped que el de los hombres a pesar de la clara desigualdad que esto supone. De nuevo, ninguna feminista se ha quejado por este motivo. Pero si están quejándose por la cuantía económica del premio.

¿Debería pagárseles lo mismo que a los hombres? Thomas (1993) también señala que en Wimbledon la cuantía del premio femenino está aproximadamente a un diez por ciento del masculino. Jugadoras como Mónica Seles desean un cien por cien de igualdad en la cuantía del premio. Hace muchos años el jugador Pat Cash dijo que las mujeres no son sólo menos buenas que los hombres jugando al tenis (y ninguna mujer lo ha negado ni intentado refutarlo), si no que además no trabajan tan duro por su dinero.

Barbara Potter, una locutora de la BBC y antigua jugadora profesional de tenis, calcula que sólo un 50% de las tenistas profesionales están totalmente en forma. Los hombres están mucho más en forma, ya que juegan en un circuito mucho más competitivo. Cuando Steffi Graf ganó el titulo individual (femenino) de Wimbledon en el año 1991, tuvo que jugar solamente 128 partidos para ganar un premio de 216.000 libras esterlinas. Michael Stitch, el campeón masculino de Wimbledon de 1991, tuvo que jugar sus buenos 257 partidos por su premio de 240.000 libras esterlinas. Esto arroja una cantidad de 933.85 libras esterlinas por juego para Stich, y casi el doble por juego-1.687,50 libras esterlinas- para Graf. De acuerdo con la ganancia por juego, las feministas no tienen ningún argumento.

Ni, de acuerdo con Thomas (1993) pueden argumentar a favor de una cuantía similar en los premios basándose en la cantidad de beneficio que generan. En la televisión británica**, por ejemplo, la BBC tenía 8.1 millones de espectadores para la final masculina de Wimbledon de 1991 pero sólo 7.0 millones de espectadores para la final femenina. Y los precios en el mercado negro de las entradas en tribuna central de Wimbledon para la final masculina eran de 650-900 libras esterlinas y sólo de 300-450 libras esterlinas para la final femenina.

**Nota del traductor: El concepto británico hace referencia a los cuatro estados integrantes de la Gran Bretaña: Escocia, Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra.

¿De dónde procede todo el dinero que se paga a las tenistas femeninas? De las mismas fuentes que pagan a los jugadores de tenis masculinos. Pero a las tenistas femeninas se les paga más que a los hombres, en comparación con la ganancia que generan en realidad. Si se les pagase de acuerdo con su auténtico valor económico, entonces a los jugadores masculinos se les pagaría más, ya que ellos generan más ganancia. Así que los jugadores profesionales masculinos están en la práctica subvencionando a sus homólogas femeninas. ¿No es esto exactamente un doble patrón sexista? ¿Dos sistemas separados y desiguales, como la segregación atlética, o el apartheid, uno para las mujeres privilegiadas, el otro para las bestias de carga masculinas? ¿Pero dónde están las feministas exigiendo igualdad de sueldo para igualdad de trabajo?

Desde el momento que las feministas potencian el IOE y se oponen a los clubs restringidos sólo para hombres, el sistema de apartheid sexual debería ser abolido en todos los deportes; por ejemplo, las jugadores femeninas deberían jugar en el mismo circuito de competición que los hombres y por los mismos premios económicos. Las alternativas son continuar con la hipocresía feminista, o consagrar la segregación sexual en algunas áreas de la vida social y deportiva a través de la legislación, con pagos para los hombres sustancialmente superiores a los de las mujeres para reflejar certeramente los diferentes baremos objetivos empleados.

¡Es tremendamente injusto para los hombres y las mujeres el que sean tratados en condiciones de igualdad en el empleo sólo cuando esto conviene a las mujeres! Debemos oponernos activamente a esto, ya que las feministas están exigiendo más de este trato “igualitario” (dinero y cobertura de los medios) para la mitad por debajo de la media del apartheid en la industria del deporte. ¡Todo su parloteo diciendo que no quieren más que igualdad de condiciones, esta es un área en la que las mujeres son casi incapaces de competir en esa tan pregonada pero poco deseada situación de igualdad de condiciones!

 

Dobles patrones

Como dije anteriormente, las normativas para reclutar a la policía en algunos países discriminan a los hombres. Mi ejemplo es la policía neozelandesa, pero estoy convencido de que esta discriminación es característica de la mayoría de cuerpos policiales de Occidente. Ya no existen requisitos de estatura mínima para los candidatos a policía en Nueva Zelanda, pero antes sí los había. Pregunté en el Cuartel General de la Policía porque estos requisitos habían sido eliminados, y su respuesta fue esclarecedora. Es “un hecho bien establecido”, me dijeron, que los hombres son, como media, más altos que las mujeres. En consecuencia, argumentaron, hubiese discriminado a las mujeres el establecer un mismo nivel de estatura mínima para ellas que para los hombres.

¿Qué sucede entonces con áreas como la industria del mercado inmobiliario, donde las mujeres son consideradas en ciertas ocasiones mejores que los hombres en habilidades para tratar con los demás? ¿Qué parecería el pedir a esta industria el esfuerzo de contratar a más hombres que hayan desarrollado una menor habilidad para tratar con la gente, porque sería discriminatorio con los hombres establecer los mismos niveles de trato personal para ellos que para las mujeres? Aquí la gente diría que la persona más cualificada para el trabajo debería ser contratada. ¿Entonces porqué no se dice lo mismo con la policía? Un cuerpo policial competente es mucho más vital para el bienestar de la sociedad que una competente industria de los bienes inmobiliarios.

Cuando se anuncian los trabajos relacionados con el feminismo (en el Ministerio de Asuntos de Mujeres, o en posiciones de Igualdad de Oportunidades en el Empleo, etc.), uno de los criterios es frecuentemente “un interés en temas sobre la igualdad sexual”, o alguna frase semejante. Proporcionalmente, son muchas más las mujeres que cumplen este criterio que los hombres, pero a nadie se le ocurriría que el Ministerio de Asuntos de Mujeres disminuyese sus niveles de demanda en este punto para ser justo, proporcionalmente, con los hombres. Aquí existe otro (aunque extremo) ejemplo: es también “un hecho bien establecido” que es mucho más difícil para una mujer, o incluso para un grupo de mujeres, violar a un hombre que para un hombre o un grupo de hombres violar a una mujer. ¿A alguien se le ocurriría argumentar que las penas para los hombres que violan a las mujeres deberían ser disminuidas para ser proporcionalmente justos con los hombres?

Dejando de lado el absurdo de los argumentos feministas llevados al extremo, se mantiene la realidad de que bajo la presión de los grupos-lobbies feministas la sociedad impone un doble patrón sobre los hombres.

¿Y que sucedería con los dobles patrones étnicos? Sí los aplicamos a hombres y mujeres, entonces objetivamente, deberíamos tener patrones distintos para grupos étnicos o de otro tipo cuyas características físicas se diferenciasen de la media del conjunto de la población. Por lo tanto, algunos grupos étnicos, como los generalmente vigorosos Samoanos, podrían disfrutar de una “ventaja injusta” sobre otros grupos étnicos, como los habitualmente gráciles nativos del este de Asia. Pero llevemos la enrevesada lógica feminista más lejos aún y apliquémosla a las personas minusválidas. Si vamos a establecer patrones físicos diferenciados para hombres y mujeres, entonces deberíamos tener patrones diferenciados para las personas limitadas física o intelectualmente, a quienes también debería permitírseles llegar a ser agentes de policía.

Escribí al Ministro de la Policía y conseguí una copia de los anteriores y nuevos requisitos de reclutamiento. ¡No podía creer lo que veían mis ojos! La versión del año 1990 incluía de una forma explícita parámetros diferenciados para hombres y mujeres, en las que los hombres de cualquier edad disponían de un tiempo menor para completar las pruebas físicas que las mujeres de edades similares. Pero en el año 1993 se completó una revisión de los patrones de reclutamiento para el ingreso en la policía. Decía que el texto anterior “incluía requisitos distintos para hombres y mujeres y en base a la legislación de Derechos Humanos esto no puede aceptarse más.” Así que cambiaron el proceso de selección. Bastante justo, podrías pensar. ¡Pero las nuevas normativas seguían teniendo diferentes patrones para hombres y mujeres también! Todo lo que cambiaba realmente es que las puntuaciones del rendimiento fueron trasladadas a grados (de 0 a 3). El método de baremación era lo que se diferenciaba para hombres y mujeres.

Así que un hombre o una mujer podían cualquiera de los dos obtener un 3 (“bueno”) para el salto vertical, por ejemplo, pero un hombre tendría que alcanzar 48 cms. o más cuando una mujer sólo tendría que llegar a los 40 cms. y así sucedía con el resto de actividades.

¡Obviamente, sus abogados habían ideado un modo de mantener los dobles patrones de evaluación sin contrariar los principios de la nueva legislación de Derechos Humanos! Piensa en todos los candidatos masculinos que suspendieron aún haciéndolo mejor que la mujer que aprobó. Olvídate de los hombres, piensa en ti y en tus seres queridos recibiendo una protección inferior porque no se reclutó a los mejores candidatos. La discriminación laboral directa contra los hombres sucede también- especialmente en las organizaciones dominadas por mujeres como las compañías de cosméticos, y esto se menciona ocasionalmente en los medios de comunicación.

 

Las tareas domésticas

La propuesta de que las mujeres deberían recibir un sueldo por las tareas domésticas es otro medio por el cual las feministas están intentando sacarles el dinero a los hombres. ¡Si las mujeres no pueden introducirse en la fuerza laboral asalariada, entonces los contribuyentes deberían pagarlas por estar en casa! En una entrevista radiofónica una funcionaria del Ministerio de Asuntos de Mujeres neozelandés señaló que el Ministerio se opone a las pagas por atender la casa y criar a los niños, y que deseaba mantener características del sistema de impuestos que favoreciesen a las parejas trabajadoras en comparación con las familias perceptoras de un solo sueldo. ¿Por qué? Presumiblemente porque es injusto para las mujeres el pagarlas por quedarse en la casa. Las familias con dos sueldos, dijo la portavoz del Ministerio, pueden hacerse cargo del gasto de cuidar a los menores y/o ocuparse del hogar por sí mismas (es decir, de la otra manera por la paga uno de los progenitores podría decidirse a atender la casa) o los padres trabajadores pueden ocuparse de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos además de sus cargas laborales. Así que, ¿por qué limitar las opciones de las mujeres?

Aquí se está dando un claro juicio de valor feminista: animar a los dos miembros de la pareja para que busquen trabajos es más importante para ellas que las tareas de la casa y la crianza de una familia. Lo que la portavoz del Ministerio de Asuntos de Mujeres no dijo es que el tener un mayor número de mujeres trabajando en los hogares disminuiría el tamaño del lobby laboral de mujeres, el cual (incluyendo a los compañeros masculinos de las mujeres trabajadoras, que están a favor de una entrada añadida de dinero) es la columna vertebral del movimiento feminista. Esta es la verdadera razón por la que algunas feministas se oponen a un sueldo para las amas de casa, y por la que ciertos partidos cristianos conservadores lo apoyan de vez en cuando. Los contratantes, sin embargo, pueden tener motivos variados para ceder a las demandas feministas- las mujeres pueden estar deseando trabajar por menos de lo que están dispuestos los hombres, y tener más mujeres trabajando junto con los hombres dentro de la fuerza laboral aumenta la oferta de mano de obra y disminuye el precio de los salarios.

Más aún, los impuestos fiscales sobre los ingresos en muchos países occidentales están estructurados según las directrices feministas. Una persona en Nueva Zelanda que gane, por ejemplo, 40.000 $ neocelandeses paga más impuestos que una pareja trabajadora con una ganancia total de otros 40.000 $ neocelandeses. El gobierno garantiza a quienes cobren salarios bajos devoluciones fiscales sin considerar los sueldos de su pareja, o les exime de pagar impuestos. Dicho de otro modo, la familia no es considerada como la unidad de tasación, el número de personas dependientes ya no influye en la cantidad de impuestos que paga una persona, y esto favorece el incremento de las familias monoparentales (es decir, de madres solteras). Y Nueva Zelanda no es para nada un caso aislado. El régimen tributario de numerosos países desanima activamente el matrimonio para a partir ahí favorecer la desaparición de los hogares con dos progenitores.

¿Por qué desean hacer esto? Porque de manera idéntica a los comunistas chinos bajo el régimen de Mao, las feministas consideran a la familia como una estructura de poder rival a la que deben debilitar o destruir.

Las feministas han tomado el control del Sistema en los países occidentales, y están reestructurando constantemente la sociedad para convertir a las mujeres trabajadoras (tengan o no pareja o hijos) en el punto central. El artículo de Bárbara Andolsen, por ejemplo, “A Woman´s Work is Never Done” (“El trabajo de la mujer nunca se acaba”) (1985), trata sobre el tema de los hogares donde tanto el hombre como la mujer trabajan, pero la mujer es quien realiza la mayoría de las tareas domésticas. La autora argumenta que lo justo sería pedir a los hombres y las mujeres en estos hogares que compartan las tareas del hogar de un modo equitativo.

Para el año 1983 el 52% de todas las esposas trabajaban por sueldos. Casi las dos terceras partes de las mujeres con hijos cuyas edades oscilaban entre los seis y los diecisiete años trabajaban por sueldos. Un 50% de las madres con hijos con edades inferiores a los seis años trabajaban fuera del hogar (un incremento del 17% en una década). Más de las tres cuartas partes de las madres divorciadas forman parte de la fuerza laboral. Los hogares estadounidenses en los que un marido perceptor de un salario mantiene a una esposa que no recibe ningún sueldo- una esposa que probablemente está dedicando sus energías al cuidado del hogar- son actualmente una minoría decreciente entre las familias. (Página 4).

El mismo periodo podría muy bien proporcionar a un investigador masculinista otras estadísticas afines: un incremento en la venta de libros escritos por feministas, un aumento del porcentaje de divorcios, un aumento de la tasa de absentismo escolar, un incremento del porcentaje de suicidios masculinos y un aumento de la tasa de crímenes.

Uno podría plantearse que el aumento en la venta de libros feministas (junto con la mejora de los métodos de control de la natalidad) convenció a un creciente número de mujeres casadas para incorporarse al mundo laboral y dejar a sus maridos (no necesariamente en este orden). La cantidad ascendente de las familias con dos fuentes de ingresos y monoparentales condujo a incrementar el absentismo escolar, la drogodependencia y el crimen entre los menores tratados de un modo descuidado. La revista New Scientist del 20 de febrero de 1999 informaba de que Bernard Lerer y sus colegas descubrieron que los niños cuyos padres se separan tienen más probabilidades de sufrir una enfermedad mental a lo largo de sus vidas.

El feminismo ha desestabilizado la familia tradicional, favorecido el que muchas mujeres se sientan insatisfechas (o ser educadas como insatisfechas de por sí) con la familia tradicional, en la que el marido era el proveedor exclusivo y también el ostentador del título “cabeza del hogar”. Los maridos, o los potenciales maridos, han tenido que enfrentar un cambio en el rol familiar u optar por la soltería o la separación (si se encontraban inmersos dentro de una relación). El feminismo (particularmente el feminismo radical) también idealizaba la independencia financiera y emocional respecto a los hombres como un ideal al que las mujeres debían aspirar.

Sea como sea, el hecho parece ser que dentro de las parejas trabajadoras no se comparten las tareas del hogar de un modo equitativo: los maridos trabajadores con esposas trabajadoras sólo hacen, como media, hasta aproximadamente un 25% de lo que Andolsen llama las “más agradables” de las labores domésticas, del estilo a la atención social o educacional de los hijos, cocinar, y limpiar la comida. Esto oculta las tareas más tradicionalmente masculinas, tales como el entrenamiento deportivo, la jardinería, el cuidado del vehículo, el trabajo de mantenimiento del hogar, que ocupan una buena parte del tiempo libre del hombre trabajador. Warren Farrell (1993) cita dos estudios estadounidenses que demuestran que los hombres trabajan en el hogar más que las mujeres, si se incluyen las tareas domésticas, los desplazamientos cotidianos, las reparaciones, el trabajo en el jardín, etc.

Las feministas también pasan por alto que los maridos tienen más tendencia a trabajar horas extras, tanto llevándose parte del trabajo a casa o permaneciendo físicamente en su lugar de trabajo. Y a medida que tanto los hombres como las mujeres llegan a posiciones veteranas, estos tienen más probabilidades de dedicarles parte de su tiempo también. Debemos remarcar aquí que una de las causas por las que más hombres que mujeres ocupan posiciones veteranas, se debe precisamente a que los hombres trabajan una significativa mayor cantidad de horas extras que las mujeres.

Andolsen conoce estos hechos, ¡pero su respuesta consiste en proponer a los contratantes que dejen de exigir a sus trabajadores más ambiciosos estas largas sesiones de trabajo! Tal como lo expuso la escritora feminista Ellie McGarth, “la solución no consiste en apartar a las mujeres de los trabajos estelares sino redefinir las expectativas para todo el mundo.” (Savvy magazine, junio 1989, pág. 40) Esto no sólo es utópico, sino que además demuestra que las feministas han planteado el concepto de las tareas del hogar compartidas con el estatus de un ideal por si mismo, y no como un tema de ética o igualdad.

 

¿Un impuesto por los estrógenos?

En cualquier emergencia en la que exista peligro (tanto local como personal, civil o militar), son los hombres, no las mujeres, quienes deben asumir el riesgo según las feministas. Cualquier fallo que los hombres puedan o no demostrar en lo correspondiente a las tareas del hogar es un acuerdo justo comparado con los riesgos que la sociedad puede requerir que asumamos.

¿Hasta que punto existe este riesgo? ¿Cómo podemos cuantificarlo? Se trata de un problema básicamente matemático, algo con lo que las compañías de seguros se relacionan en todo momento. Calculan sus primas en base a las estadísticas y la probabilidad de que suceda el acontecimiento sobre el que aseguran a sus clientes. También se basan en sus gastos generales y el margen de beneficio. En este contexto, si retratásemos a la familia como una unidad socio-económica, entonces, si todos los demás aspectos se mantienen igual, la razón por la que las primas de los seguros son más elevadas para los hombres que para las mujeres se debe al mayor riesgo que los hombres afrontan a lo largo de sus vidas, porque el estado dedica menos dinero a la investigación, divulgación, prevención y tratamiento de los problemas de salud masculina, y porque los hombres no son animados a cuidar de su salud del modo en que sí lo son las mujeres.

Así que los hombres están proporcionando protección sin beneficiarse de ello. Ellos protegen de los potenciales ladrones, violadores, etc., y hacen esto con su simple presencia física. En ocasiones tienen que enfrentarse a estos criminales, pero a menudo un criminal evitará entrar en una casa porque sabe que en ella reside un hombre adulto. También existe el riesgo de que los hombres sean reclutados por el ejército en tiempos de guerra para ejercer las labores militares del conjunto de la nación.

La respuesta típica de las feministas ante estos hechos es, que para empezar se trata de un problema masculino, porque, si no fuese por los agresores masculinos las mujeres no necesitarían protección; en consecuencia, debería incluso existir un “impuesto por la testosterona” especial, aplicado a los hombres para pagar de esta manera los gastos añadidos que los hombres imponen a la sociedad. Sin embargo, no existen evidencias de que las mujeres, en ningún país específico durante los periodos de guerra, sean más pacifistas que los hombres, y tampoco existen evidencias de que las líderes femeninas sean más pacíficas que los líderes masculinos. Sólo por el hecho de que los líderes que se ven obligados a decidir si se va o no a la guerra son frecuentemente hombres, las feministas de butaca pueden recostarse y pretender que esas decisiones no tienen nada que ver con las mujeres. Similarmente, afirman que los hombres tienen una tendencia mayor que las mujeres a cometer crímenes, pero a medida que una mayor cantidad de mujeres asumen el rol del proveedor principal la tasa de crímenes perpetrados por mujeres también está subiendo.

En vez de un “impuesto por la testosterona”, podríamos necesitar un “impuesto por los estrógenos” ya que las mujeres viven más tiempo y en consecuencia consumen una mayor cantidad de los recursos sanitarios, servicios y beneficios de la jubilación pagados con el dinero de los contribuyentes. También reciben una mayor cantidad de ayuda legal pagada por el estado y de las ayudas para las familias monoparentales. Y realizan abortos pagados por los contribuyentes. Las mujeres también acaparan una mayor cantidad del PIB de los países occidentales porque un porcentaje significativo de los medios de comunicación, la burocracia, el sistema educativo y la judicatura se dedica a promover e implementar las agendas feministas y suprimir los derechos de los hombres y de los padres. Las mujeres no son nunca reclutadas para la línea del frente durante las guerras, así que también debería existir un impuesto para pagar por esta exención sexista.

Debería ser perfectamente posible cuantificar el precio de estas cuestiones, y cuantificar el valor de las tareas del hogar, basándose en los porcentajes del costo para la ayuda doméstica. A partir de aquí, debería ser posible calcular cuánto de mucho o cuánto de poco de las tareas de la casa el varón adulto debería equitativamente hacer, y a cuanto debería ascender el impuesto por los estrógenos.

Si la esposa no realiza ningún trabajo fuera de la casa, entonces quien realiza la mayor parte de las tareas del hogar no debería discutirse. Pero las feministas han enseñado a las mujeres que es mejor tener un trabajo fuera del hogar antes que hacer un buen trabajo cuidando de los niños. Una vez que están trabajando, las mujeres no comprenden siempre por qué ellas deberían hacer la mayor parte de las tareas del hogar. Por otro lado, puede que el marido prefiera que sea ella quien se quede en la casa y se ocupe de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. ¿Por qué debería entonces soportar cargas extra creadas por el egoísmo de su esposa o sus decisiones materialistas?

Las relaciones cercanas funcionan mejor cuando se basan en la complementariedad más que en la competición. Un matrimonio formado por dos personas de personalidades similares no funciona tan bien como uno en el que las personalidades de los dos cónyuges se complementen entre sí. Lo mismo sucede con los roles. Lo mejor de la filosofía chapada a la antigua de que “el lugar de una mujer es el hogar” era que los cónyuges tenían roles complementarios, bien definidos y diferenciados dentro del sistema socio-económico de la familia. Si ambos trabajan, entonces existe cierta clase de competencia. Por supuesto, la relación complementaria existe también si la mujer trabaja y el hombre es el amo de casa, pero pocas mujeres están de acuerdo con esta clase de arreglo.

El que las mujeres tengan un trabajo propio vuelve más probable que una mujer desee dejar a su marido. Todas las relaciones pasan por dificultades y tensiones. El clima legal y social ayuda a determinar cuánto va a poder soportar una pareja antes de separarse o divorciarse. Y las feministas han comprobado que las mujeres están más dispuestas que nunca a romper- especialmente en la medida en que la legislación para el matrimonio y el divorcio y su aplicación están orientadas en contra de los hombres.

 

Servicio militar y reclutamiento- un silencio cargado de significado

El servicio militar y el reclutamiento son un área en el que las mujeres siempre han tenido ventaja sobre los hombres, ¡y a las feministas no les interesa quejarse por ello! Pero están esforzándose considerablemente para que las mujeres tengan la oportunidad de realizar una carrera militar sin tener la obligación de ser reclutadas. En ningún otro caso son tan patentes las dobles varas de medir feministas. Farrell (1993) reivindica sobre este tema del servicio militar usando términos muy gráficos:

Imagina: La música está sonando en la radio de tu coche. La voz de un locutor la interrumpe: “Tenemos un boletín especial del presidente.”…el presidente anuncia, “ya que 1,2 millones de hombres han sido muertos en la guerra, como parte de mi nuevo programa para la igualdad, sólo llamaremos a filas a mujeres hasta que 1,2 millones de mujeres estadounidenses mueran en la guerra.” (op.cit. página 28).

Las guerras siempre han ocasionado víctimas civiles, pero la mayoría de las víctimas son hombres y la mayoría de los soldados son hombres también. Así que pienso que puede plantearse el escenario descrito por Farrell como una propuesta política. Por lo menos demostraría la clase de hipócritas que son las feministas.

Como mínimo necesario, los masculinistas liberales podrían plantear que el llamamiento a filas de las mujeres tendría que realizarse exactamente con las mismas condiciones que el de los hombres (indistintamente en periodos de paz o de guerra). El creciente uso de la tecnología militar ha reducido clarísimamente la importancia de la mayor fuerza física de la parte superior del cuerpo en los hombres y sus características hormonales en la guerra, ya que la mayor parte de la acción se produce actualmente a larga distancia. Incluso los combates de infantería requieren una escasa fuerza corporal. Sin embargo, este es más un tema moral que práctico y el argumento para el reclutamiento forzoso de las mujeres seguiría siendo fuerte incluso si no existiesen sofisticados soportes militares.

Dejando de lado los temas morales y políticos, los masculinistas conservadores todavía prefieren la división tradicional del trabajo: Sólo los hombres deberían ser reclutados y enviados a la línea de frente, pero deberían recibir algún tipo de trato especial a cambio. Su condición legal como cabezas de familia, por ejemplo. Podría incluso convertirse en un argumento para revocar el derecho al voto a las mujeres: ¿Por qué deberían las mujeres elegir gobiernos que pueden declarar la guerra si ellas no comparten de un modo equitativo los peligros que ésta implica?

Algunas feministas ven bien el admitir a las mujeres en la línea de combate si éstas se presentan como voluntarias. Sin embargo, a las feministas no les agrada la idea de obligar a las mujeres a asumir unas tareas tan peligrosas y desagradables. Por supuesto, muchos hombres se oponen a la idea, también, pero las feministas que se ocultan detrás de este planteamiento son hipócritas. Muchas feministas pretenden que las guerras son “juegos de los hombres”, lo cual es una mentira descarada. La mayoría de las guerras tienen tanto apoyo de la población femenina implicada como de la masculina. ¿Cuántas feministas se alzaron diciendo que Gran Bretaña no debería defenderse de Hitler, por ejemplo? Y en cierta ocasión leí sobre una madre alemana que adoraba a Hitler hasta tal extremo que llego a decir que, si Hitler fuese realmente homosexual, ¡ella le enviaría a su hijo para que se acostase con él! En el año 1999 la Primera Ministra de Sri Lanka era una mujer, y en ese mismo año una suicida bomba Tamil se hizo explotar a si misma intentado asesinarla ¿De que manera era esto “un juego de hombres”?

Las feministas dicen también que deberíamos concentrarnos en prevenir las guerras porque un mundo sin guerras no necesitaría reclutamientos. Bastante cierto, pero eso no las detiene a la hora de requerir que las mujeres puedan optar a servir en el campo de batalla. Más aún, existe una contradicción entre esto y la postura que las feministas toman en relación con el aborto. ¡Nunca escucharás a las feministas declarar que se oponen al aborto porque están concentrando sus esfuerzos en prevenir los embarazos no deseados!

Todo el mundo está de acuerdo en que tanto la guerra como los embarazos no deseados son dos males que deberíamos evitar. Pero en el caso de la guerra, las feministas dan a entender que pueden abolir el mal y a partir de aquí soslayar el tema del reclutamiento. Mientras que en el caso de los embarazos no deseados, en vez de eso se centran en hacer desaparecer el inconveniente para las mujeres- ¡al precio de la vida de un ser humano!

Pero este no es el único contexto en el que demuestran sufrir de un sentido distorsionado de la proporcionalidad: El Manifiesto de los Hombres (Richard Doyle, Men´s Defense Association, (Asociación en Defensa de los Hombres) 1992) señala cómo las feministas presentaron una demanda seria para erigir una estatua a la “mujer combatiente” en el monumento conmemorativo de la Guerra de Vietnam en los Estados Unidos. Esto tenía el propósito de recordar de un modo especial y diferenciado a las ocho (8) mujeres americanas que murieron durante esa guerra. De esa forma el monumento conmemorativo existente sería compartido solamente por los 58.000 hombres estadounidenses que murieron allí.

Esta falta total de compasión, gratitud y sentido de la proporción de las feministas es absolutamente típica. Deben sentirse culpables por todos los sacrificios que los hombres han tenido que soportar durante los periodos de guerra en defensa de las mujeres y los niños, y este debe ser unos de sus puntos más débiles si las lleva a intentar elevar las acciones auxiliares hasta el mismo nivel que el combate de la infantería en primera línea.

 

La división sexual del trabajo

En su esfuerzo por incluir a más mujeres dentro de la mano de obra remunerada, una de las protestas principales de las feministas ha sido cuántos más hombres que mujeres tienen trabajos a tiempo completo. Lo que es más, incluso cuando las mujeres comenzaron a incorporarse a la fuerza laboral en cantidades mayores, las tareas tendían a separarse por sexos, con muchas (aunque no todas) de las tareas mayoritariamente masculinas recibiendo sueldos considerablemente más altos.

En su introducción a Lionel Tiger (1984), Desmond Morris da la siguiente explicación como la causa histórica de este fenómeno:

"Cuando nuestros antiguos antepasados desarrollaron la caza como estilo de vida, la relación entre hombres y mujeres sufrió un cambio drástico. Las mujeres, con sus pesadas cargas reproductivas, eran incapaces de desarrollar un rol significativo en este nuevo modelo de alimentación, el cual se había vuelto tan importante para la supervivencia. Surgió entonces una mayor diferenciación entre las labores de ambos sexos. Los hombres se especializaron para la caza. Se volvieron más atléticos y comenzaron a pasar largos periodos de tiempo lejos del hogar de su tribu nativa, en busca de presas."

Para poner esto en perspectiva, es necesario señalar que la mayor parte de los seres humanos fueron cazadores-recolectores hasta hace unos 5000 años- es decir, aproximadamente durante un 99% de nuestra existencia como especie. Esto no significa que la caza, que era desarrollada fundamentalmente por los hombres, era económicamente más importante que la recolección, que era desarrollada sobre todo por las mujeres. Las mujeres recolectaban la comida para la dieta básica, y lo que los hombres traían después de cazar era “la guinda que coronaba el pastel”, por decirlo de un modo figurado. La carne era importante como fuente de grasa y proteína. Con todo, decir que la caza fue la causa original de la división del trabajo entre los dos sexos no equivale a afirmar que la labor de los hombres fuese más importante que la de las mujeres.

Ni, como Tiger (1970) remarca, el que existiese una buena razón para crear una división sexual del trabajo hace mucho tiempo significa defender que esta situación deba perpetuarse, o que no pueda ser cambiada en el presente o en el futuro. No obstante, Morris y Tiger hablan en términos de cambios genéticos resultantes de la selección natural. Ambos son biólogos y sociólogos cuyo trabajo está basado en el de etólogos como Konrad Lorenz, George Schaller y Jane Goodall.

Estos científicos han hecho una gran cantidad de descubrimientos relacionados con la complejidad del comportamiento social de los animales, (principalmente en los primates) Más aún, se encuentran también en disposición de desentrañar cómo estos patrones de conducta podrían trasmitirse genéticamente y ser seleccionados, o desechados, al igual que las características físicas. Así lo que afirman sobre la “naturaleza humana” representa un semipermanente grillete unido a ella. La selección natural actúa en una larga escala de tiempo. Y las especies hasta la fecha nunca han podido ni deseado conocer conscientemente el curso global del desarrollo genético dentro de su propia especie.

Por esta razón resulta sencillo comprender porque este libro desagrada a muchas feministas. Ellas, después de todo, están entusiasmadas con la idea de producir un cambio social: por ejemplo, los resultados de introducir reformas conscientes a nivel administrativo o legal que den fruto en la escala temporal de una generación, aproximadamente. No les agradaría tener que escuchar a alguien reivindicando que la supremacía masculina en los sectores de contratación mejor pagados y a jornada completa es el reflejo de una realidad existente a nivel genético. Esto significaría que tardaría miles de años en cambiarse, y ninguna cantidad de presión por parte de los grupos feministas podría acelerar ese resultado. En vez de eso, cualquier cambio resultaría de presiones selectivas impersonales, intangibles.

Pero estos descubrimientos tienen resultados más inmediatos también de gran calado para las feministas. Trabajos académicos como los realizados por autores como Lionel Tiger (y también los escritos por las feministas) pueden argumentar ser solamente descriptivos de las observaciones realizadas por los autores. Pero existe una espiral de retroalimentación entre la descripción y el comportamiento en las ciencias sociales. Tan pronto como un académico populariza el hecho de que algunos acontecimientos anteriormente oscuros ocurren, la gente los acepta, permitiendo que los hechos mencionados se produzcan con más frecuencia. Así lo que comenzó siendo una exposición descriptiva acaba siendo más normativo- una indicación de lo que debería o como mínimo podría suceder sin ser éticamente erróneo.

Por lo tanto, es importante que consideremos las actitudes de los autores o investigadores. No podemos dar por sentado tan fácilmente que los académicos desarrollan su trabajo en un estado mental puramente objetivo. Si un socio lingüista, por ejemplo, emprende un extenso estudio sobre una palabra estigmatizada (tal como “ain´t”***), entonces dos cosas son seguras:

*** Nota del traductor: “Ain´t” voz inglesa de carácter informal, preferentemente usada en lenguaje coloquial y con un significado comodín que puede incluir los giros: “am not”, “is not”, “are not”, “has not” o “have not”.

  1. Nunca dedicarían todo ese tiempo de pensar firmemente que la palabra era mala y no debería utilizarse nunca: el tema de estudio escoge al investigador, hasta cierto punto;

  2. Una vez publicados los resultados de su investigación, exponiendo que el uso del “ain´t” no es azaroso, sino que tiene una posición bien estructurada dentro de su propio contexto lingüístico y socio lingüístico, todos los tabúes existentes en su contra se debilitan y en las reuniones sociales comienza a usarse más que antes. Irónicamente, este mismo investigador podría volver sobre sus pasos unos pocos años después, hacer alguna investigación añadida, descubrir que la palabra previamente tabú no es ya tabú, ¡y no darse cuenta nunca de que su propia investigación contribuyó a este cambio!

Esta es la razón por la que las feministas reaccionaron con tanta vehemencia contra el libro de Lionel Tiger. Cuando se supo que establecer vínculos es “natural” dentro de los grupos de hombres y que es algo que tiene unas funciones específicas, los hombres se sintieron menos culpables por el hecho de pertenecer a asociaciones sólo para varones. Cuanto menos culpables se sienten, menos probable resulta que se plieguen a las presiones feministas para aceptar miembros femeninos. Y también pueden sentirse menos culpables por trabajar en ocupaciones exclusivamente masculinas.

Casi todas las reuniones feministas, las sesiones de “despertar de la conciencia”, etc., excluyen a los hombres. Si no hay ningún hombre presente para defenderse (o para que algunas mujeres empaticen con él), las extremistas pueden avanzar más fácilmente con sus ideas. “Los que están ausentes están siempre en el error”, como dice el refrán francés. Así pueden culpar a los hombres de todos los tipos de “crímenes” cuando los hombres no están ahí para defenderse. A la inversa, está es también la razón por la que las feministas desean desintegrar todas las instituciones exclusivamente masculinas: un punto de vista masculino, como el masculinismo, podría (y probablemente lo haría) desarrollarse en un entorno exclusivo para hombres.

Del mismo modo, cuando una académica decide dedicarse voluntariamente a los “Estudios de Mujeres”, podemos asumir con seguridad que tiene un compromiso emocional con estos temas. Una vez que sus investigaciones son divulgadas la actitud de la sociedad hacía esos temas cambiará casi con completa seguridad, probablemente en línea con los deseos de la autora. Esta es la razón por la que la mera existencia de los departamentos de “Estudios de Mujeres” en las universidades, y de los ministerios de “Asuntos de Mujeres” dentro de los gobiernos está cargada de implicaciones políticas.

Desmond Morris obviamente piensa que la selección natural ha beneficiado a las sociedades con la vinculación masculina como parte de su organización social, y que las consecuencias continúan genéticamente unidas a nosotros actualmente:

Sus comentarios son particularmente valiosos en una época en la que se están intentando minimizar las diferencias entre los sexos. Una minoría equivocada pero vociferante está haciendo campaña para ocultar las diferencias de género humanas y obscurecer la realidad evolutiva de nuestra especie. Esta filosofía unisexual pretende distorsionar los hechos como una parte del que de otro modo sería un honroso asalto contra la injustificable explotación y subordinación de la mujer moderna. (op. cit.)

Uno de los temas centrales en la obra de Tiger (1984) es que “las diferencias entre los hombres y las mujeres, considerados en un sentido general amplio, no están sólo restringidas a las puramente físicas y a las acciones reproductivas vinculadas con ellas.” Hablemos de las hormonas, por ejemplo- son distintas, e influyen de un modo diferente sobre nuestro carácter y emociones. Incluso si las hormonas son “físicas”, el estado de ánimo y emociones que producen no lo son.

Una vez que las feministas aceptan que los hombres y las mujeres son distintos psicológicamente (ojala fuese sólo por las hormonas) se vuelve muy complicado el negar otras diferencias psicológicas entre los dos sexos. Estas diferencias psicológicas son las que hacen que la “igualdad” (en el sentido de ser tratados del mismo modo) sea difícil de apoyar en la teoría o de alcanzar en la práctica. Lo cierto es que cualquier sociedad que intente implementar la clase de cambios sociales que el feminismo promociona puede colapsar en un momento dado bajo la presión, a medida que los elementos inestables de la sociedad se extiendan y, a partir de ahí, sustituyan a los fundamentos más estables:

Parece innegable que un efecto concreto de esto es un modelo extendido de matrimonios comparativamente tardíos, una dilación de la crianza de los hijos, si es que se produce, para concluir con familias más pequeñas que las anteriores dentro de las principales economías industrializadas… Sabiendo que los hijos procedentes de familias pequeñas suelen tener familias pequeñas o más pequeñas aún, esto se convierte en una espiral persistente. Además, la proporción de hombres y mujeres que se quedan solteros va en aumento…, y es de suponer que en relación con esto se esté produciendo un gran descenso en la tasa de natalidad de las economías industriales de tal forma que el balance final es inferior al reemplazo demográfico (Tiger 1984, prefacio)

Una de las características más llamativas de los guetos afroamericanos de las ciudades estadounidenses es la elevada proporción de madres solteras con muchos hijos. Es bien sabido que las madres solteras tienen problemas controlando a sus hijos adolescentes. La gente de los guetos tiene los más bajos niveles educativos, la mayor tasa de pobreza y criminalidad, el consumo de drogas más alto, la mayor marginación de la policía y el Sistema como grupo, además de la tendencia más elevada a provocar disturbios. El feminismo no es el único responsable de esto o del declinar generalizado de la familia biparental, pero comparte la responsabilidad.

¿Deseamos tener niños en nuestra sociedad? Esa es la cuestión. Si nuestro propósito fundamental es de naturaleza materialista, la crianza de los menores queda en un segundo plano. En este contexto, tiene sentido que las mujeres se planteen no casarse y posponer o evitar tener hijos, además de que los dos padres trabajen. Ahora bien, si nuestra primera meta social es criar cada nueva generación en un entorno estable y seguro, entonces los padres deben hacer sacrificios. En ausencia de opciones comunales o familias extensas para cuidar de los menores, uno de los progenitores (generalmente la madre) tiene que permanecer en el hogar, debemos devolver el rol de ama de casa a su elevado estatus anterior, estigmatizar socialmente el divorcio, y el progenitor asalariado (normalmente el padre) debe ser legalmente responsable de mantener al progenitor sin empleo y a los menores.

Los niños son nuestro futuro, y si les colocamos en último lugar, ¿qué será de nuestro futuro? En este contexto, la cuestión no es “existe una división sexual del trabajo” si no “¿cómo podemos realizar del mejor modo posible la división sexual del trabajo?”

 

Otras cuestiones relacionadas con el empleo

En el comienzo de este capítulo, mencionamos a los modelos y a los jugadores de tenis profesionales. Como Thomas (1993) señala, es muy esclarecedor comparar la situación de los jugadores profesionales de tenis con la de los modelos profesionales. Los honorarios para los modelos masculinos son muy inferiores a los que se pagan a las modelos femeninas, ya que los hombres generalmente generan un mercado muy inferior para la venta de cosméticos y prendas de moda de lo que lo hacen las mujeres.

En este campo, a diferencia de lo que sucede en el tenis profesional, el baremo económico dicta las ganancias respectivas de los profesionales masculinos y femeninos. En el tenis, como hemos visto, las feministas aplican presión política con el resultado de que las principales jugadoras profesionales de tenis ganan actualmente el 90% de lo que cobran los principales jugadores de tenis masculinos. También hemos visto como las jugadoras realizan un menor esfuerzo dólar a dólar, libra a libra, si se las compara con los hombres, y como el tenis profesional femenino produce un beneficio bastante menor del que genera el tenis profesional masculino. En el mundo de la pasarela, al contrario, las mujeres producen mucho más dinero que los hombres y se las paga en correspondencia; así que ¿dónde están las feministas pidiendo igualdad?

Mientras que las modelos femeninas de alto nivel cifran sus ganancias anuales en millones de dólares, los modelos masculinos más importantes tienen ganancias anuales de sólo decenas de miles – ¡una centésima parte de la cantidad que cobran las mujeres! Existe una grande y clara desigualdad en esta situación. Los hombres deberíamos demandar que o los modelos masculinos cobren un 90% de lo que cobran las modelos, o que las tenistas profesionales retrocediesen a ganar lo que realmente merecen en términos económicos.

 

¿Mismo sueldo para mismo stress?

Según un artículo aparecido en el periódico londinense “Independent” dedicado a una investigación realizada por la Dra. Tessa Pollard de la Universidad de Oxford, los hombres y las mujeres, en trabajos supuestamente igual de exigentes, informaban (desde un punto de vista subjetivo) de niveles similares de stress laboral. Sin embargo, objetivamente, los hombres mostraban niveles más elevados de adrenalina (mostrando un nivel de stress superior) al de las mujeres. La investigadora concluyó en que las hormonas de las mujeres las protegían del incremento de adrenalina, y está debería ser la causa de que los hombres sufriesen más infartos que ellas.

Pero esta puede ser sólo una parte de la historia; otro factor que deberían considerar son las relaciones interpersonales. Dentro del contexto de la propaganda feminista, los hombres dentro de los puestos de trabajo modernos se ven sometidos a un stress muy superior al que sufren las mujeres. A medida que la agenda feminista invade los puestos de trabajo, los hombres se ven obligados a adaptar un entorno fundamentalmente masculino a la sensibilidad feminista. ¿Cómo puede relajarse un hombre si cualquier comportamiento típicamente masculino que pueda mostrar podría hacer que le despidiesen? La conspiración feminista antivarón pone a los hombres al límite. No es sorprendente que sufran mayores niveles de stress.

En relación con este tema, Richard Doyle comentó en el boletín de noticias The Liberator (www.mensdefense.org) (marzo de 1995) sobre las investigaciones de Anne S. Tsui de la Universidad de California en Irvine. Ella explicaba que los hombres dentro de los entornos laborales exclusivamente masculinos mostraban la mayor entrega a sus trabajos, y su grado de compromiso disminuía cuando el porcentaje de mujeres dentro del grupo de trabajo aumentaba. Podría muy bien darse una relación entre los resultados de estas investigaciones. Es también remarcable como la economía japonesa se ha deteriorado desde que la cultura laboral exclusivamente masculina se diluyó por el incremento del número de mujeres trabajadoras. Deberíamos alentar estudios que siguiesen esta línea de investigación.

 

Conclusión

Existen áreas dentro del mundo laboral en las que las mujeres han logrado una ventaja injusta. Y existen otras en las que las mujeres estaban de hecho en situación ventajosa, donde lo único que han hecho las feministas es empeorar un orden de cosas ya de por sí desigual. Debe restaurarse la equidad en los puestos de trabajo, o la moral masculina sufrirá un serio daño. La eficiencia en los puestos de trabajo y los resultados económicos corren el riesgo de empeorar si continuamos discriminando a los hombres con las unilaterales leyes y normativas feministas aplicadas al empleo.

Prólogo a la versión española

Prefacio a la Edición NZEP

Introducción: ¿Qué es el Feminismo?

Capítulo 1: Narcisismo Feminista y Poder Político.

Capítulo 2: Circuncisión contra elección

Capítulo 3: Violación: Conservando Tu Pastel a Pesar de Habértelo Comido

Capítulo 4: Mentiras sobre la violencia doméstica, un dilema sin salida para los hombres.

Capítulo 5: Falsas acusaciones y la mentira del abuso infantil

Capítulo 6: La Mentira del Sistema de Justicia Masculino

Capítulo 7: Temas laborales y la mentira de que “las mujeres pueden hacer cualquier cosa”

Capítulo 8: Las mentiras sobre la educación

Capítulo 9: Mentiras, malditas mentiras y estadísticas de las Naciones Unidas.

Capítulo 10: La mentira de la igualdad

Capítulo 11: El derecho a la elección y el aborto

Capítulo 12: El Lenguaje sexista: ¿Cree Satán que ella es varón?

Capítulo 13 : Educadoctrinamiento mediante el complejo de los medios de comunicación y la universidad

Capítulo 14: La Mentira de la representación masculina

Capítulo 15: Manifestaciones del feminismo

Notas

Referencias

FAQ

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Peter Douglas Zohrab

Latest Update

30 May 2017

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